De los tomates no se obtienen biocarburantes ni otra cosa que no sirva para comer. Todavía. Pero también están subiendo mucho de precio, y más que lo harán, por culpa de los biocarburantes. ¿Cómo es posible esta extraña ecuación? Por el maíz. Muchos agricultores españoles que cultivaban tomates hasta ahora han dejado de hacerlo o piensan dejarlo y prefieren cultivar maíz, porque ha subido mucho su precio internacional, les da mucho menos trabajo, tienen menos gastos y, lógicamente, lo ven más cómodo y rentable. En consecuencia, las conserveras no tienen más remedio que subir las cotizaciones de sus contratos.
Lo cuenta el secretario general de la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), Jorge Jordana, para ilustrar la controvertida relación entre la producción alimentaria y la de biocarburantes, un problema mundial que está suscitando fuertes polémicas y una gran lucha de intereses que no ha hecho más que empezar.
Según Jordana, el precio por kilo de los tomates para conserva que han contratado este año las industrias del sector ha subido una media del 58%. De no haberlo hecho así corrían el riesgo de quedarse sin suficiente materia prima asegurada para sus necesidades. Téngase en cuenta que hoy en día la mayoría de la producción de las empresas conserveras (como las de otros sectores alimentarios) depende del suministro regular a cadenas de distribución mediante contratos de fidelización y de elaboración de 'marcas blancas'. Así pues, no pueden quedarse sin producto, y no basta con pensar en traerlo de lejos; no cabe improvisar, ha de quedar asegurado el abastecimiento de materia prima para unas industrias que en gran número se instalan junto a las zonas de cultivo, para ahorrar en transportes y ganar en frescura del tomate, que se ha de procesar enseguida que se recolecta.
En España se producen más de dos millones de toneladas anuales de tomates para conserva y más del 80% del cultivo radica Extremadura, en las vegas del Guadiana, una zona con mucho agua disponible donde pueden cultivarse muchos otros productos. Por ejemplo, maíz.
El precio internacional del maíz se ha duplicado en el último año debido al alza de la demanda, tanto alimentaria como para producir biocarburantes, en este caso etanol, aunque en este aspecto existen discrepancias porque, si bien es cierto que una parte pequeña de este cereal se está utilizando con tal fin, también es verdad que el país donde más se hace, Estados Unidos, ha incrementado igualmente con fuerza su superficie de cultivo. En cualquier caso se acepta que el aumento de la demanda no está del todo satisfecho con la oferta actual y que sí podría estarlo si el maíz que se destina a biocombustible, aunque comparativamente sea un porcentaje pequeño, fuera para alimentación (directamente o a través de los piensos para animales).
Mecanizada
El kilo de maíz ronda ahora los 22 céntimos de euros, un precio muy atractivo para un cultivo totalmente mecanizado y con pocos problemas. Y hay perspectivas de futuras nuevas alzas. Sobre todo para variedades no transgénicas, porque la industria alimentaria europea así lo exige.
Con estos niveles de precios es comprensible que muchos agricultores se pasen al maíz, si disponen de agua en abundancia. Y eso es lo que ha ocurrido en la cuenca extremeña del Guadiana, donde muchos productores de tomate para conserva han visto que les traísa a cuenta el cambio.
Para convencerles a seguir en el tomate, las industrias conserveras han tenido que subirles los precios de los contratos anuales, que ahora se sitúan por encima de los 40 céntimos por kilo, lo que representa incrementos medios del 58%. De no ser así, el maíz les resulta más rentable, porque las ayudas europeas en apoyo del tomate para industria, que antes se daban a tanto por kilo, ahora se han reconvertido a tanto por hectárea (1.100 euros) y este es un derecho que los productores cobrarán igual, aunque sean ex productores de tomate y ahora cultiven maíz o lo que sea.
De esta forma, Jorge Jordana explica que muchas producciones alimentarias se han unido de una forma u otra a las subidas del petróleo, en parte por el encarecimiento de los fertilizantes y la energía (gasóleo y electricidad) que se emplea en el campo, pero también por su relación con los biocarburantes; pero no tanto por su supuesta competencia directa, esto es, si las materias primas que se emplean en obtener etanol o biodiésel se desvían o no de los usos alimentarios, sino porque unas y otras cosas empiezan a competir por 'por el territorio escaso", sobre todo el cultivable.
Fuente: Las Provincias
Lo cuenta el secretario general de la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), Jorge Jordana, para ilustrar la controvertida relación entre la producción alimentaria y la de biocarburantes, un problema mundial que está suscitando fuertes polémicas y una gran lucha de intereses que no ha hecho más que empezar.
Según Jordana, el precio por kilo de los tomates para conserva que han contratado este año las industrias del sector ha subido una media del 58%. De no haberlo hecho así corrían el riesgo de quedarse sin suficiente materia prima asegurada para sus necesidades. Téngase en cuenta que hoy en día la mayoría de la producción de las empresas conserveras (como las de otros sectores alimentarios) depende del suministro regular a cadenas de distribución mediante contratos de fidelización y de elaboración de 'marcas blancas'. Así pues, no pueden quedarse sin producto, y no basta con pensar en traerlo de lejos; no cabe improvisar, ha de quedar asegurado el abastecimiento de materia prima para unas industrias que en gran número se instalan junto a las zonas de cultivo, para ahorrar en transportes y ganar en frescura del tomate, que se ha de procesar enseguida que se recolecta.
En España se producen más de dos millones de toneladas anuales de tomates para conserva y más del 80% del cultivo radica Extremadura, en las vegas del Guadiana, una zona con mucho agua disponible donde pueden cultivarse muchos otros productos. Por ejemplo, maíz.
El precio internacional del maíz se ha duplicado en el último año debido al alza de la demanda, tanto alimentaria como para producir biocarburantes, en este caso etanol, aunque en este aspecto existen discrepancias porque, si bien es cierto que una parte pequeña de este cereal se está utilizando con tal fin, también es verdad que el país donde más se hace, Estados Unidos, ha incrementado igualmente con fuerza su superficie de cultivo. En cualquier caso se acepta que el aumento de la demanda no está del todo satisfecho con la oferta actual y que sí podría estarlo si el maíz que se destina a biocombustible, aunque comparativamente sea un porcentaje pequeño, fuera para alimentación (directamente o a través de los piensos para animales).
Mecanizada
El kilo de maíz ronda ahora los 22 céntimos de euros, un precio muy atractivo para un cultivo totalmente mecanizado y con pocos problemas. Y hay perspectivas de futuras nuevas alzas. Sobre todo para variedades no transgénicas, porque la industria alimentaria europea así lo exige.
Con estos niveles de precios es comprensible que muchos agricultores se pasen al maíz, si disponen de agua en abundancia. Y eso es lo que ha ocurrido en la cuenca extremeña del Guadiana, donde muchos productores de tomate para conserva han visto que les traísa a cuenta el cambio.
Para convencerles a seguir en el tomate, las industrias conserveras han tenido que subirles los precios de los contratos anuales, que ahora se sitúan por encima de los 40 céntimos por kilo, lo que representa incrementos medios del 58%. De no ser así, el maíz les resulta más rentable, porque las ayudas europeas en apoyo del tomate para industria, que antes se daban a tanto por kilo, ahora se han reconvertido a tanto por hectárea (1.100 euros) y este es un derecho que los productores cobrarán igual, aunque sean ex productores de tomate y ahora cultiven maíz o lo que sea.
De esta forma, Jorge Jordana explica que muchas producciones alimentarias se han unido de una forma u otra a las subidas del petróleo, en parte por el encarecimiento de los fertilizantes y la energía (gasóleo y electricidad) que se emplea en el campo, pero también por su relación con los biocarburantes; pero no tanto por su supuesta competencia directa, esto es, si las materias primas que se emplean en obtener etanol o biodiésel se desvían o no de los usos alimentarios, sino porque unas y otras cosas empiezan a competir por 'por el territorio escaso", sobre todo el cultivable.
Fuente: Las Provincias
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