lunes, 21 de febrero de 2011

Tenemos mucho que aprender del oso negro


En Alaska los inviernos son largos y duros, así que los osos negros se ven obligados a permanecer hasta siete meses al año sin comer, beber, orinar o defecar. Pero cuando el invierno cesa y los osos salen de su refugio, es como si nada hubiera pasado. Prácticamente se encuentran en las mismas condiciones fisiológicas que cuando comenzaron su hibernación.

Obviamente los investigadores humanos están sumamente interesados en esta habilidad plantígrada. Por eso han realizado una especie de guaridas artificiales y han monitorizado las constantes vitales de varios ejemplares durante su hibernación con toda clase de dispositivos. Gracias a este despliegue, han descubierto que el ritmo cardiaco del oso desciende a solo 14 pulsaciones por minuto, su temperatura entre 5 y 6º, y que su metabolismo se ralentiza en tres cuartas partes.

Si pudiéramos copiar esta habilidad, los enfermos en estado crítico podrían tener una oportunidad de sobrevivir, y los astronautas podrían afrontar con garantías viajes de larga duración a través del espacio profundo, evitando males como la osteoporosis o la atrofia muscular.

El trabajo de investigación, realizado por científicos del Instituto de Biología Ártica de la Universidad de Alaska en Fairbanks se ha publicado en la revista Science.


Fuente: http://amazings.es/

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