martes, 8 de diciembre de 2009

El caballo que se pasó de listo



Nos trasladamos temporalmente a los comienzos del siglo XX y a Alemania, para conocer el famoso caballo Clever Hans, que deslumbró a multitudes con sus supuestas habilidades para resolver operaciones matemáticas. El caballo, ente una pregunta sobre cual sería el resultado de una operación matemática, respondía dando golpes en el suelo hasta llegar a la cifra correcta, despertando admiración por parte de los espectadores.

Presentado en espectáculos junto a su entrenador, el profesor Wilhelm von Osten, el caballo, sorprendía al público por su precisión para responder dando golpes en el suelo a cálculos de relativa complejidad. Pero llamativamente, también acertaba con sus respuestas a preguntas más rebuscadas, tales como adivinar la fecha de un “tercer viernes” en un mes determinado. Una comisión científica que cuestionaba la veracidad del espectáculo se ocupó de revelar el misterio de Hans “el listo”.

Clever Hans, sólo había aprendido a sacar provecho de lo que los humanos llamaríamos cognición animal, o traducido, el proceso por el cual un animal interpreta la información y las reacciones de las personas que lo rodean. Lo que explica el fenómeno de Clever Hans no era más que un comportamiento tan simple como efectivo: el caballo respondía a la pregunta de “dos más dos”, no con cuatro golpes, sino con tantos golpes como los que fueran necesarios para provocar algún tipo de reacción identificable en los espectadores o su propio entrenador, ya sea un aplauso de la gente, o una mínima señal de que debía detenerse. Así, al llegar a cuatro golpes, la gente aplaudía, o asentía, o simplemente daba una señal para que el caballo dejara de golpear.

El descubrimiento de la “trampa” quedaría en manos de una comisión encabezada por el psicólogo Oskar Pfungst, junto a un veterinario, gerente de circo, profesores y hasta el director del Zoo de Berlín entre otros. Atraídos por la fama del espectáculo, pero sobre todo, por la necesidad de probar que todo se trataba de un fraude, la comisión develaría al propio entrenador que era víctima de un supuesto “engaño” por parte de su caballo.

Tras las pruebas, se determinó que en caso de realizar las preguntas en un ambiente aislado y con otros interrogadores distintos a su entrenador, el caballo podía llegar a dar una respuesta correcta en muchas ocasiones con una capacidad asombrosa. La condición que siempre debía cumplirse para llegar a buen puerto, era que el interrogador o el entorno debía saber la respuesta correcta. Si el interrogador o el público no sabía la respuesta, el caballo se quedaba “en blanco”, o golpeando eternamente. Pero eso, no sucedería nunca en un espectáculo por una razón simple: nadie realizaría al caballo una pregunta sobre la que desconociera la respuesta.

Lo que demostró el estudio de la comisión Hans, es la increíble capacidad de percepción de los caballos (y de otros animales), capaces de detectar pequeñas señales involuntarias del propio interrogador, quien con movimientos inconscientes induce una respuesta correcta. Nuestra poca capacidad para reprimir la posibilidad de guardarnos una respuesta, provoca el que bautizarían como efecto Clever Hans, un riesgo latente en cada experimentación sobre cognición animal, o incluso, en estudios de psicología cognitiva o social.


Fuente: http://matiascallone.blogspot.com

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