martes, 16 de junio de 2009

Putin contra el oligarca


10 de junio de 2009.- Los flexos cegadores del KGB han dejado paso a las cámaras de televisión como instrumento de coacción en la Rusia del siglo XXI...

Habituado durante sus ocho años de presidente a meter en cintura a sus subordinados en vivo y en directo, Vladimir Putin ha vuelto a sacar el látigo en horario de máxima audiencia, esta vez como primer ministro.



Con un oligarca enfrente (Oleg Deripaska) metido en el pellejo de 'malo', y una fábrica descoyuntada como telón de fondo, el duelo adquirió tiempo de 'spagetti western' y lleva ya una semana dando que hablar en la prensa nacional.

El pasado jueves Putin llegó en helicóptero a la planta de cemento del grupo 'Bazovi Element' en Pikalyovo, la región de Leningrado, a 200 kilómetros de San Petersburgo, su ciudad natal. Resolutivo, firme y sereno, Putin irrumpió en vaqueros en la cementera, propiedad de Deripaska, poco después de que 400 trabajadores se manifestaran y bloquearan la carretera principal en protesta por el impago de sus salarios derivado de la crisis.

En la reunión con los administradores, Putin adoptó pose de 'Hombre tranquilo' para erigirse de súbito en 'Sargento de Hierro': "¿Por qué todo el mundo daba vueltas como cucarachas antes de que yo llegara? ¿Por qué no había nadie antes capaz de tomar decisiones?", preguntó el premier, al que sólo le faltó blandir su zapato a lo Jrushchov, para redondear la metáfora y amenazar como a insectos a los presentes.



Sin tiempo para reaccionar, Putin desenfundó una pluma y llamó con el dedo engarfiado a Deripaska para obligarlo a firmar la reanudación de la producción, de igual modo que se obliga a un niño díscolo a hacer los deberes de matemáticas tras romper un cristal con la pelota. "No veo aquí su firma. Venga aquí y fírmelo", dijo Putin, que sólo aflojó su mano dura para lanzar la pluma sobre la mesa. Mientras el oligarca leía el documento, un silencio embarazoso preñó la sala. La tensión se masticaba mientras el resto de funcionarios, tiesos y verdes como sus botellas de agua mineral, movían el cuello, con las corbatas ceñidas como sogas, imaginando ya sus cabezas cayendo como piezas de Tetris. Durante aquel eterno minuto, al que sólo le faltó música de Morricone para tensar los segundos, una pregunta cojonera revoloteaba por la sala: ¿y si no lo firma? Al final Deripaska (con camisa color negro-coleóptero y barba de tres días a lo Lee Van Cleef) rubricó el papel y Putin le pidió que le devolviera su pluma.

"¿Por qué la fábrica parece abandonada? La han convertido en un basurero", añadió Putin para relajar el ambiente. Con ceño fruncido, el ex presidente amenazó con nacionalizar la fábrica ("si no pueden hacerlo, lo haremos sin ustedes") y se apresuró a poner fecha al cobro de los salarios: "los trabajadores deben cobrar. El plazo: hoy mismo", dijo ya metido del todo en el papel de Robin Hood y Señorita Roten Meyer. Conocido como 'el zar del aluminio' y hasta hace poco el hombre más rico de Rusia, Deripaska apenas tardó veinticuatro horas en transferir de su bolsillo dos millones de dólares para pagar el salario a 4.000 empleados.

Nunca antes Putin había escenificado de forma tan instructiva su idea sobre los oligarcas enriquecidos durante la transición al capitalismo: los 'cuervos' que malcrió Rusia en los 90 deben arrimar el ala en época de vacas flacas.

Otro ejemplo de oligarca 'domesticado' por Putin es Roman Abramovich, que paga el salario del seleccionador nacional, Guus Hiddink, y contribuye al desarrollo del fútbol ruso financiando la construcción de escuelas y terrenos de juego. También lo es Viktor Velkselberg, que en 2004 adquirió a golpe de talonario nueve huevos Fabergé de los zares Romanov y se los 'regaló' al Estado ruso. Antes de perder el 90 por ciento de su fortuna y el amor propio a manos de Putin, el propio Deripaska se destacó como mecenas del Teatro Bolshoi. El resto de oligarcas que no acataron esta 'ley de la compensación' están exiliados (Boris Berezovski, Vladimir Gusinski) o encarcelados (Mijail Jodorkovski).

"Ustedes han hecho rehenes de sus ambiciones y de su falta de profesionalidad a miles de personas. Es inadmisible. ¿Dónde está la responsabilidad social del negocio?", soltó Putin, que al salir de la planta fue jaleado por los trabajadores como si saliera de un 'saloon' de Colorado atestado de cadáveres.

El duelo con Deripaska debe servir de escarmiento a los demás oligarcas. Sin embargo, y pese a que los rusos aplauden las 'zotainas' públicas de Putin (que en 2002 ya abroncó sonoramente al ministro de Defensa, Serguei Ivanov, tras el derribo en Chechenia de un helicóptero gigante), ciertos analistas alertan del peligroso precedente que crea el rapapolvo. De hecho, esta semana decenas de trabajadores de una fábrica de papel siberiana (también de Deripaska) ya se han manifestado. ¿Volará esta vez Putin en persona a la llamada de socorro? "En Rusia hay 700 fábricas como la de Pikalyovo", advierte el ex diputado independiente Vladimir Rizhkov.

Mientras tanto, y como para contrarrestar los efectos de la calculada puesta en escena de su predecesor, el presidente Dimitri Medvedev viajó ayer a Daguestán, donde se dejó fotografiar blandiendo un fusil automático. No le valdrá de nada. Todos saben quién lleva las cartucheras en la Casa Rusia.



Fuente: elmundo.es

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