sábado, 28 de febrero de 2009

Las tres rocas de Japón



Se consideran como la parte más al sur de Japón, pero en la práctica, cuando sube la marea, son sólo tres islotes: uno del tamaño de una cama doble que asoma 7 centímetros sobre el nivel del mar, sumado a otros dos del tamaño de un dormitorio, rodeados de una laguna, y protegidos por un arrecife.

Están situados en una zona aislada del mar y a 1.740 kilómetros al sur de Tokio. Pero por su potencial económico, podrían valer millones, algo que el gobierno japonés supo entender y proteger con inversiones descabelladas en el medio de la nada, y el objetivo de convertirlo en una Zona de explotación Económica Exclusiva (EEZ).




El atolón de Okino-Tori-Shima, conocido también como Okinotorishima (y también en español como Parece Vela) es un arrecife extremadamente aislado, que en la práctica es una laguna rodeada de coral, de unos 4,5 kilómetros de largo, con un número reducido de rocas emergentes en su interior que varían según el nivel de la marea.


Lo curioso, es que en las rocas perdidas en el mar, el gobierno japonés, con un acertado sentido estratégico y económico, se ha esmerado en tiempos pasados y presentes por sentar derecho de propiedad de un modo tan rudimentario como éste:



Y ya en mejores tiempos, (y millones de dólares de por medio) de un modo más sólido como éste:





El atolón de Okinotorishima podría no valer nada, más allá de su situación estratégica, pero su propiedad beneficiaría a Japón con una zona económica exclusiva de aproximadamente 400.000 kilómetros cuadrados, un territorio más grande que toda el área superficial de Japón, y con potencial para la extracción petrolera entre otras actividades económicas.



Semejante territorio quedaría habilitado para Japón gracias a la denominación como "isla" del atolón, apenas tres rocas que emergen en el mar, pero que han justificado en el sitio una inversión de varios cientos de millones de dólares por parte del gobierno. Durante las últimas décadas, se construyeron espigones y muros de concreto para detener la erosión de Okinotorishima, una instalación de investigación marina, un faro y hasta un helipuerto.


La fortificación de la isla atolón de Okinotorishima, realizada para evitar la desaparición ante la amenaza del aumento del nivel del mar, le ha consumido al gobierno japonés unos 600 millones de dólares, una cifra abultada si consideramos que se utilizó para proteger tres diminutos islotes hoy desvirtuados en tres plataformas artificiales, con un diámetro de 60 metros y una enorme plataforma sobre pilotes, un rectángulo de 50 metros por 100 donde funciona la base de investigación.

La isla se encuentra actualmente en disputa para definir su condición como una isla, estatus que le concedería a Japón sus preciados derechos de explotación económica. Según la Convención de las Naciones Unidas sobre el derecho del Mar, una isla se define como una extensión natural de tierra, rodeada de agua, por encima del nivel del mar durante la marea alta. En la Convención, se aclara que "Si un promontorio de rocas no pueden se habitado por humanos, o no se puede desarrollar actividad económica no se podrá declarar una zona económica exclusiva. La controversia, especialmente con el gobierno de China, aún no está resuelta.



Fuente: http://matiascallone.blogspot.com/

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