sábado, 20 de diciembre de 2008

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

Robert Muller se morirá en unas siete semanas... pero sigue entrenando

El portero de la selección alemana de hockey hielo se muere y él lo sabe. Quiere que sea sobre unas cuchillas

Carlos R. Galindo

Su historia es de las que revuelven las tripas y humedece el lagrimal de los ojos. Llega a lo más profundo del corazón. Robert Muller, portero de la selección alemana de hockey hielo, sabe que va a morir. Apenas le quedan siete semanas de vida. Ya se lo han comunicado los médicos. A sus 28 años, fue sometido a una segunda operación para tratar de arrancarle un tumor de su cabeza, pero no hay nada que hacer. La enfermedad es irreversible. A pesar de la terrible noticia, a Muller aún le quedan ganas de vivir y se entrena a diario. Quiere defender la meta de su equipo, los Kolner Haie... mientras le quede un soplo de vida.

La noticia ha conmocionado a sus compatriotas, informó ayer la agencia DPA. Todo empezó con unos mareos en noviembre de 2006, que le obligaron a abandonar la Copa de Alemania que se disputaba en Hannover. Le hicieron todo tipo de pruebas. Los estudios confirmaron la existencia de un tumor maligno en la cabeza, que le fue extirpado parcialmente. Después llegaron las tortuosas sesiones de quimioterapia, la radioterapia... Casi tres meses después, el arquero volvió a calzarse las cuchillas. Parecía un milagro.

En la temporada pasada fue uno de los artífices del subcampeonato para su equipo y también participó en el Mundial de Canadá. En esas fechas, se declaró muy afortunado. Muller sabía que la media de supervivencia de este tipo de tumores no pasa del año y sólo un tres por ciento resisten cinco, explicó Wolfgang Wick, el oncólogo de la clínica universitaria de Heidelberg.

El nuevo golpe llegó el pasado mes de agosto, cuando en un control rutinario los médicos detectaron que el tumor había vuelto a salir. Esta vez era más grande que antes, presionaba los vasos sanguíneos... Se le practicó una nueva intervención, pero fue imposible extirpar todo el tumor. Desde entonces, Muller tiene la certeza de que no hay nada que hacer, que su vida se apaga rápidamente porque el glioblastoma que tiene en su cerebro, de cuarto grado, es especialmente agresivo.

El deportista, casado y padre de dos hijos, no quiere hablar de su enfermedad. Prefiere centrarse en su familia y en la pasión de toda su vida, el hockey hielo: “Deseo jugar por méritos propios “y no por lástima”, explicó. “No tengo dolores de cabeza y me siento bien; sencillamente, tengo que vivir con el tumor. Sólo me queda ser positivo lo poco que me queda de existencia; nada cambiará la situación. No necesito compasión...”, dijo.


Fuente: www.sport.es

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