lunes, 10 de diciembre de 2007

El auténtico guerrero nº 13

En la película "El guerrero Nº13", basada en el libro "Los devoradores de cadáveres" de Michael Crichton, se nos cuenta la historia de un árabe que por circunstancias se ve envuelto en una peligrosa aventura junto a un grupo de rudos vikingos. En esta aventura, un grupo de 13 guerreros(donde el árabe es el Nº13) , deben de ayudar a un poblado que está siendo atacado por un monstruo, que además se come a la gente. Tal monstruo no es tal, y resulta ser una "tribu" de humanos, primitivos y caníbales, que viven en cuevas. El asunto es... ¿Qué hay de cierto en todo esto?

Bueno, vayamos por partes. Michael Crichton, lo que hizo en su libro, fue juntar tres hechos más o menos históricos y fundirlos en una sola novela. Por un lado están el monstruo y el jefe vikingo, llamado Buliwyf y que están inspirados en el texto épico medieval de Beowulf .

Luego, lo de la tribu de caníbales, Crichton lo basa en la teoría de algunos investigadores que afirman que pequeños grupos de Neanderthales sobrevivieron en el norte y centro de Europa hasta bien entrada la edad media. Se trata de una teoría poco consistente, basada tan solo en viejas leyendas y sin ningún tipo de pruebas materiales.

Y finalmente está el árabe que escribe toda la historia. Este árabe existió de verdad. Se llamaba Ahmed-Ibn-Falan (igual que en la película) y fue un cronista persa enviado, en 921, por el califa de Bagdad con una embajada para el rey de los Bulgaros en el Volga. Naturalmente su viaje no fue tan azaroso y peligroso como el que se nos muestra en la película, aunque un viaje así, en esos tiempos, no era moco de pavo y la prueba es que, al final, no llegó a cumplir la misión de entregar aquella embajada.

Ibn-Falan escribió todo lo que pasó y lo que vio durante aquel largo viaje, que duró varios años y especialmente su estancia con los Vikingos, a los que llamaba "Rus" (Origen del actual nombre de Rusia). Este manuscrito en árabe, "Las crónicas de Ibn-Falan", son la fuente más detallada que se dispone sobre la vida y costumbre de los antiguos Vikingos.

A Ibn, según cuenta, le llamó la atención lo fuertes, altos y bien proporcionados que eran los guerreros vikingos, así como sus descomunales espadas y hachas. También habla sobre su total falta de higiene y los describe como: "Las criaturas más asquerosas que Dios ha creado". Presencia con estupor como, después de mantener relaciones sexuales o de comer, no se lavaban y su único acto de higiene consistía en una palangana con agua que compartían entre todos. Eso para un musulmán, que según el Corán, las aguas que usa alguien para lavarse no las debe tocar nadie más, era poco menos que sacrilegio. Además hay que tener en cuenta que la sociedad árabe de aquella época era una de las más refinadas.

Nos cuenta también, como vivía el rey de los Rus. Habitaba en su palacio con 400 de sus mejores guerreros, cada uno de los cuales tenía dos esclavas, una de ellas le servía la comida y con la otra dormía. Y nos relata como el rey, sin bajarse siquiera del trono, se "aliviaba" con alguna de sus 40 esclavas. "Son como asnos salvajes", explica el persa.


Pero la descripción más detallada e interesante que Ibn-Falan nos ha dejado escrita, es la de un funeral vikingo.



Primero hacen un entierro preliminar del cadáver y lo mantienen así durante diez días; mientras tanto, los familiares del difunto preguntan a sus esclavas quien quiere acompañar a su amo al más allá. La esclava que se presenta voluntaria recibe un tratamiento especial; se le regalan todo tipo de adornos, bebe, canta y se entrega a los hombres, mientras las demás preparan la ropa que el muerto llevará más tarde. Estas ropas son muy importantes en el ritual; para hacerlas se han apartado un tercio de los bienes dejados por el difunto; otra parte es para la familia y la restante para comprar la hidromiel que se consumirá durante las ceremonias de esos días, algunas de las cuales llegan a adquirir carácter orgiástico.

Los amigos del muerto llevan su barco a tierra, varándolo sobre unos soportes de madera, y acampan a su alrededor. Entonces entra en escena una anciana de aspecto más bien siniestro a quien llaman "el ángel de la muerte". Esta saca el cadaver del enterramiento provisional y lo viste con la lujosa ropa nueva. Los amigos lo suben al barco y lo acuestan dentro de una tienda de campaña, sobre mantas y cojines. A su lado van depositando comida y bebida, además de sus armas. Fuera del barco, descuartizan su perro y sus dos caballos, así como dos bueyes, un gallo y una gallina, echando los pedazos sobre la cubierta del barco. Mientras tanto, la esclava recorre sucesivamente las tiendas de los amigos del muerto y mantiene relaciones sexuales con ellos, cosa que lo consideran como un homenaje especial al difunto. Ella protagoniza después un pequeño ritual en que es alzada sobre un armazón de madera y, mirando a lo lejos, dice ver a sus padres, a su parientes muertos y por fin contempla a su señor que la llama. La suben al barco y le dan varias veces de beber hidromiel, cuyos efectos le hacen cantar y despedirse de sus seres queridos. La anciana la mete en la tienda y los hombres que permanecen cerca del barco golpean sus escudos con las lanzas, provocando un ruido ensordecedor. Seis de ellos entran también en la tienda y mantienen con la esclava una nueva sesión de sexo antes de que cumpla con su misión; finalmente la vieja le clava un cuchillo mientras dos de los hombres la estrangulan con un cordón.

Restos del barco de Oseberg . Son los restos, mejor conservados, de un entierro vikingo. En él se encontraron los restos de dos mujeres, una anciana y otra joven. Se cree que se trataba de una señora con su esclava, aunque sigue siendo un misterio.



Después, el pariente más próximo del difunto, desnudo y caminando de espaldas, tira una antorcha a la leña amontonada bajo el barco; los demás amplían la hoguera con su propias antorchas. Aproximadamente una hora después, cuando todo ha quedado reducido a cenizas, erigen sobre ellas un montículo y sobre él un poste donde graban con runas el nombre del muerto y el de su rey. El funeral termina con la borrachera general de todos los asistentes y sin ningún tipo de muestras de dolor.


La pista de este persa se pierde tras el regreso de su viaje aunque sus escritos, por fortuna, han quedado para la posteridad.



Fuente: http://historiasconhistoria.blogia.com/

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